Así, los tejidos de la experiencia humana, la textura de la interpretación periodística, es acallada, y apropiada por los espacios de la inteligencia artificial que escribirá por sí misma la historia de la sociedad.

 

 

Por Sergio Reyes

Periodista

En los últimos meses y años hemos asistido al funeral de distintos medios de comunicación, silencio que abre las puertas a la rutina, al olvido de los hechos, y que obliga al ser humano a dejar de ser el presente para la historia.

Ahora han liquidado los diarios “La Cuarta”, y “La Tercera”. Medios de comunicación que cierran la acción comunicativa de sus trabajadores, de sus lectores, y en especial, de una sociedad que pierde con su clausura, la esencia contextualizadora y de referentes para la posición individual.

Los trabajadores de “La Cuarta” y “La Tercera”, han habitado en sus paredes responsablemente, tejiendo las redes comunicativas para las opiniones ciudadanas; hoy la acción terapéutica que significaba ese profesionalismo puntual, ha sido cercenada.

Por tanto, lo decretado por los dueños de estos medios, que cierran no por falta de financiamiento, pretende acogerse a la tecnología virtual que nos muestra su carácter de dominación política muy acabada, para situarse en los espacios del totalitarismo de las voluntades, del exceso de realidad, del espectáculo en la política, del absolutismo, donde el pasado histórico, y la tradición como recreación, quedarán relegadas hasta el cansancio de la exhibición para un control mediático y social, ahora desde el ciberespacio, y que estos grandes conglomerados del capital de las comunicaciones pueden ejercer.

La destrucción de los medios de comunicación tradicionales, o como le han llamado, renovación digital, no sólo destruye las fuentes laborales, sino también y sobre manera en tiempos de crisis, destruye lo representativo de los espacios del ser humano; destruye la cultura y acrecienta el simbolismo de la amenaza y el control social, en tiempo donde la incertidumbre es lo predominante.

Así, los tejidos de la experiencia humana, la textura de la interpretación periodística, es acallada, y apropiada por los espacios de la inteligencia artificial que escribirá por sí misma la historia de la sociedad.

De hecho, la computación cuántica ya lo hace y muestra que no sabe nada sobre contenidos a discernir, sino más bien, entrega lo determinado e interpretado desde el poder bajo la lógica del algoritmo para el control y dominio.

Afortunadamente, y solo por el momento, no pueden acceder a la plena presencia al carecer de los recuerdos representados de la experiencia humana, y que sí ejercen los trabajadores de la prensa y sus lectores.