Hoy, estamos expuestos a una gran diversidad y cantidad de opiniones, datos y todo tipo de información. Además, la velocidad con la que se transmiten origina dificultades para que las personas puedan clasificar la calidad de lo que reciben. Esto, sumado a la creciente polarización -en particular sobre nuestro pasado reciente- hace que el proceso informativo en la opinión pública sea un caldo de cultivo para la difusión masiva de noticias falsas y contenido relacionado a ellas como los rumores, las conspiraciones y/o la información sesgada.
Rocío Alorda Zelada
Presidenta Colegio de Periodistas de Chile
En tiempos en que la inteligencia artificial y la revolución tecnológica tienden a sustituir el trabajo de los seres humanos y a desnaturalizar los vínculos entre las personas, las luchas colectivas suelen adquirir máxima importancia.
A 67 años de la creación del Colegio de Periodistas de Chile y en el día del periodistas es importante recuperar nuestra historia para conocimiento de las nuevas generaciones y revisar el impacto del avance de las tecnologías en la defensa de derechos tan claves para la democracia, como la libertad de expresión y de prensa.
Cada año destacamos el aporte de Juan Emilio Pacull, quien a principios de los 50’ le dio un segundo impulso al Círculo de Periodistas –la primera entidad que agrupó al gremio desde 1907– quien con una visión a largo plazo, luchó por dignificar, profesionalizar y poner al periodismo al servicio de la verdad y la ética. Son aquellos dirigentes los que lograron la creación de la primera Escuela de Periodismo en la Universidad de Chile en 1953 y, posteriormente, gestionaron la ley 12.045 que creó el Colegio de Periodistas de Chile, hace 67 años.
Desde entonces, estas dos entidades, –el Círculo y el Colegio– han sido las instancias con que nuestro gremio dio realce al periodismo, siguiendo la senda de Camilo Henríquez, quien con su espíritu libertario diera a luz a la Aurora de Chile, ubicando el quehacer periodístico en la causa de la Independencia, al servicio de la sociedad, los principios democráticos y los derechos humanos.
Al momento de hacer memoria es necesario señalar que este aniversario se da a pocos meses de cumplir 50 años del Golpe de Estado, el más doloroso y cruento quiebre democrático ocurrido en Chile. Para el Colegio de Periodistas de Chile se torna imprescindible honrar a la treintena de periodistas y comunicadores asesinados y detenidos desaparecidos por la dictadura militar.
Estas décadas hemos trabajado por saber la verdad y conseguir justicia para las y los colegas que fueron torturados y hechos prisioneros en centros clandestinos, estadios, campos de concentración y cárceles, quienes en las condiciones más angustiosas nunca olvidaron su oficio y hacían circular las noticias, incluso creando informativos y diarios murales como “Chacabuco 73”.
Honramos también a quienes resistieron en la prensa clandestina, a quienes crearon medios de comunicación opositores a la dictadura, a los cientos de periodistas exonerados por el cierre de los medios de comunicación, a los expulsados de universidades y servicios públicos a todos quienes quedaron imposibilitados de trabajar por su pensamiento político, a las y los exiliados del país.
Tampoco olvidamos el contexto aterrador que vivían aquellos colegas que se mantuvieron trabajando en los medios controlados por la dictadura; tolerando censuras y amenazas. Sin embargo, un grupo de aquellos colegas aportó solidariamente con noticias e informaciones impublicables en sus medios y que debían ser conocidos por la sociedad chilena. En ese contexto nació “Carta a los Periodistas”, el medio de comunicación artesanal y valiente que editó el Colegio de Periodistas de Chile durante el estado de sitio más largo que vivimos en dictadura, de noviembre de 1974 a junio de 1975.
Esa es una de las demostraciones de que el Colegio de Periodistas de Chile no se doblegó y luchó incansablemente en la defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión. También el Círculo de Periodistas prestó auxilio a cesantes y familias de los prisioneros con los beneficios que otorgaba, y que hasta hoy están vigentes para sus socios.
Pero, aunque estemos en el siglo XXI nuestro camino no está exento de dificultades.
La ausencia de pluralismo informativo, más un sistema económico que privilegia el individualismo por sobre el trabajo colectivo nos obliga a transitar por espacios adversos. Sin embargo, la única posibilidad de avanzar es forjando la unidad de todos quienes aspiramos a que el periodismo cumpla con la función pública que nunca debió perder.
Tal como señala el artículo primero del Código de Ética “…En su quehacer profesional, el periodista se regirá por la veracidad como principio, entendida como la entrega de información responsable de los hechos. El ejercicio del periodismo no propicia ni da cabida a discriminaciones ideológicas, religiosas, de clase, raza, género, discapacidad en todas sus formas, ni de ningún otro tipo, que lleven a la ofensa o menoscabo de persona alguna, o atenten contra la veracidad de los acontecimientos”.
En la actualidad, nos agobia la difusión de informaciones falsas, proliferación de datos sin contexto y medias verdades. Si bien es probable que el desorden informativo se perciba más durante situaciones de coyuntura noticiosa, lo cierto es que la desinformación deja huellas que pueden tener larga vida dentro de la ciudadanía.
Hoy, estamos expuestos a una gran diversidad y cantidad de opiniones, datos y todo tipo de información. Además, la velocidad con la que se transmiten origina dificultades para que las personas puedan clasificar la calidad de lo que reciben. Esto, sumado a la creciente polarización -en particular sobre nuestro pasado reciente- hace que el proceso informativo en la opinión pública sea un caldo de cultivo para la difusión masiva de noticias falsas y contenido relacionado a ellas como los rumores, las conspiraciones y/o la información sesgada.
Numerosos estudios dan cuenta que entre las principales consecuencias de las informaciones falsas –por lo fácil y rápido que se difunden y la imposibilidad de comprobar su veracidad– está el debilitamiento de la confianza de la ciudadanía en instituciones como los medios de comunicación, gobiernos, quehacer político y incluso organismos prestigiosos de la ciencia.
Son los medios de comunicación, la prensa y periodistas los llamados a realizar una labor informativa certera y con altos índices de veracidad, de modo que logren disipar informaciones de fuentes dudosas o desconocidas.
La labor del Colegio de Periodistas y de todas las entidades afines debe estar enfocada a acciones que permitan a la sociedad reflexionar, aprender y debatir sobre el fenómeno de la desinformación que afecta, principalmente, a la democracia. Un valor que debe estar entre nuestras prioridades.
La gran tarea de este momento necesita de toda nuestra nobleza. Debemos poner por sobre cualquier otro interés, la dignidad y la valentía de reconocer que, sin importar nuestro pensamiento o postura ante la vida, nos une un principio superior que es dotar a nuestro país de un periodismo que de garantía para construir una sociedad cada vez más igualitaria, fraterna, inclusiva y defensora de los derechos humanos.