Como una hormiguita guardó panfletos, fotografías, corbatas, sombreros, trajes, y mil artilugios para convocar en los patios de las casas a muchos o pocos que hablaban de dictadura, de lucha y de amistad. 

 

Por Oriana Zorrilla

Abril 2021. – Es muy fácil teorizar sobre la muerte y pensarla como un proceso natural de la vida hasta que comienza a atrapar a quienes amas para conducirlos en ese misterioso e insondable camino. Ha muerto María Matilde Armengol, chilena y argentina; periodista sin serlo, porque enamoró a uno de los mejores de los nuestros Enrique Martini, y se fundió en la vida de todos nosotros hasta el fin de sus días.

Tuvo múltiples oficios porque fue siempre versátil, inquieta, buscadora de objetivos y sentimientos perdidos. Recuerdo a la María Matilde tejedora para allegar algunos pesos a la familia que quedó en la indefensión económica durante la dictadura, pero sus mejores y más bellos tejidos fueron para los hijos e hijas de quienes estábamos tan desamparados como ellos. Nuestros niños y niñas eran felices y bellamente arropados.  Artista del color, porque combinaba las lanas con una maestría increíble; mágica, porque inventaba miles de regalos para los cumpleaños, los aniversarios y las fiestas significativas.

Limpiadora de techos antes que comenzara el invierno y las lluvias taparán las canaletas, una vez se cayó, dañándose la columna, y alegó porque justo la “María Pía”, la integrante perruna grande y regalona de la familia, recibía tanto o más cariños que ella pues se le ocurrió enfermarse en ese mismo momento. 

Actriz de teatro, cobradora de boletos y escenógrafa. Sin su empuje el Teatro Familiar de Barrio, que dirigía el actor Rubén Sotoconil y su compañera Mireya Moreno no hubiera existido por 10 años. Amigos de toda la vida y artistas aficionados formaron este grupo teatral, que integraron entre otros, el arquitecto Leonardo Cohen y su esposa la militante y trabajadora social, Marujita Oxman, la Dra. de la Fuente y el Dr. Camus y, desde luego, el muy serio periodista Enrique Martini. Construyeron así su propia barricada. 

Como una hormiguita guardó panfletos, fotografías, corbatas, sombreros, trajes, y mil artilugios para convocar en los patios de las casas a muchos o pocos que hablaban de dictadura, de lucha y de amistad. El boleto para el teatro costaba 350 pesos según consta en un “ticket” encontrado en un libro viejo.

Los recuerdos se entrelazan: “Con tu cobijo de árbol”, te recuerdo grande, frondosa siempre bella, evidenciando tus raíces profundas de solidaridad, era el hablar del otro lado de la cordillera que te hacía única, irrepetible. Tus manos como ramas alcanzaban a tantos y tantas niñas en rondas recolectando sueños. Utopías”. 

Secretaria, enfermera, confidente, cuidadora de niños, maestra de matemáticas o castellano en el PIDEE, ese programa de protección a la infancia dañada por los estados de emergencia dirigido por otra mujer imprescindible, María Eugenia Rojas, institución que daba cobijo a niños, niñas y adolescentes cuyos padres o madres estaban presos, eran torturados, estaban desaparecidos, o simplemente eran asesinados.

Organizadora de viajes y vacaciones, con reglas que le permitían regresar a sus veraneantes invictos en la amistad, pese a ser heterogéneos y diversos. Lograron conocer las bellezas del Sur, mucho antes que el negocio turístico se enseñoreara en nuestra tierra. El viaje continuaba aquí en la capital, en varias sesiones para para contarnos sobre la necesidad de conocer esas bellezas y que nos impulsó años más tarde para hacer lo propio. Aún conservo -casi por sesenta años -una manta chilota de aquellas tejidas con lana pura y que recorrió en trenes y buses todo el sur para entibiar nuestros inviernos. 

Bella como era, cautivó en un viaje en barco a Enrique Martini, periodista de talento y de dilatada trayectoria pública y privada, fue diligente y solicita en el Círculo de Periodistas, amiga y colaboradora en las tareas del Colegio de Periodistas y se apoderó del cariño y el amor de todos en los diferentes ámbitos donde Enrique Martini transitara. Ella fue reportera de amores, dolores, felicidades y, escribió en los diarios de la amistad y de las utopías. 

Como muy bien dice Marcela Shultz “No pude en tu oído decir gracias y mares azules caen de lágrimas. Te vuelves viento, esperanzas de que nos acaricies desde la altura”.

Será así porque estarás en el cielo de todos nosotros, porque como muy bien dice tu hija Florencia fuiste una mujer libre, luchadora que trasmitió valores de justicia social, resistencia y amor “desde el alba clara hasta esconderse el sol” y la vida sin ti habría sido menos luminosa, creativa, digna y valiente.